lunes, 19 de julio de 2010

El viejo color platino...


El dibujar de las notas musicales en la inmensidad del ambiente se evaporaban tras el paso de la luna. Aquellas notas de los viejos recuerdo inundaban el aterido y febril corazón de aquel poeta marchito por el paso del tiempo.
Sus poemas, sus sueños sólo eran la hojarasca color ocre que los árboles de su memoria desprendían bajo la atenta mirada del dios Tiempo. La ponzoñosa mirada de un futuro no escrito le conferían el beneplácito de la corroída duda.

Su vida ahora eran sus poemas,sus miradas al más grandilocuente vacío. Aquel hombre vestido de blanco vagaba sin rumbo alguno por aquel boulevar de sueños rotos.

Sus viejas amigas las Musas lo observaban desde lo alto del Olímpo saboreando el dulce aroma del tan viejo pero joven hombre que una vez fue capaz de cautivar hasta el más rocoso corazón en busca de un ápice del maravilloso manjar del cual se alimenta el corazón, aquella felicidad que una vez palpó con las manos de la inocencia se iba diluyendo en la penumbra que reflejaba la llegada de la dama blanca.

Su aliento poco a poco se iba apagando como una pequeña y tímida llama de una vela que al consumirse queda el despojo de lo que una vez fue y no llegó a ser. Todo un camino recorrido, todos sus sueños ya cumplidos ahora eran pasto de la tan temida y aclamada muerte.

Una vez pasado el lindar de la vida a la muerte, una valerosa sonrisa se dibujo en su pálido rostro desprendiendo destellos de tranquilidad.


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